Si la explicación de la crisis es propiamente política; si detrás de las «necesidades» de la economía sólo hay una reconstrucción de los beneficios de las grandes empresas y de los agentes financieros; si el propio modelo de «desarrollo» económico está cada vez más orientado a la extracción de renta financiera; si el Estado se ha convertido en el guardián de los intereses financieros y corporativos antes que en el garante del bienestar de la población, entonces ¿de qué demonios estamos hablando cuando decimos crisis?
Existe obviamente una crisis económica, en el sentido de que los débiles equilibrios entre financiarización y consumo, crecimiento y crédito, ciclo inmobiliario y crecimiento económico llegaron en 2007 a un punto definitivo de desgaste que acabó en el desmoronamiento de las principales magnitudes económicas.
Se puede decir también crisis en el sentido de que seguramente ya no será posible una vuelta a las formas de crecimiento eco-nómico de los años previos, o incluso en algunos casos como el español, no haya crecimiento de ningún tipo.
Pero la pregunta fundamental es casi de Perogrullo ¿Por qué esto debería ser un problema? ¿No son acaso estas sociedades mucho más ricas de lo que lo hayan sido nunca antes, como para que la situación actual no pase por la miseria, el estrés y el empobrecimiento de una parte importante de la población?
Evidentemente si nos resistimos a esta obviedad es porque cualquier medida de reparto de la riqueza que altere, aunque sean mínimamente, su actual distribución bajo la regulación de las finanzas se considera poco menos que una llamada a los eternales del abismo de todas las miserias futuras.
Hasta ese punto se ha naturalizado la gramática propia de la economía dominante.
Lo que se explica a continuación es precisamente de que forma la crisis económica se convierte en un problema para la inmensa mayoría. Y cómo este problema arranca siempre de convertir una situación de exceso, abundancia y una riqueza inimaginable en cualquier otra época histórica en precariedad, escasez y miedo.
La crisis económica es un problema precisamente porque la riqueza y los recursos — como la renta a través del empleo o las prestaciones socia-les— se han vuelto inexplicablemente escasos, obligando a los grupos y clases sociales a competir por ellos.
Obviamente, recursos y riqueza seguirán siendo escasos siempre que se siga justificando su acaparamiento por una minoría social más o menos pequeña.
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