martes, 2 de octubre de 2012

La ecología de la crisis: la destrucción del medio ambiente

Otra de las grandes víctimas de esta crisis es el medio ambiente. En rigor, la situación de devastación del medio ambiente viene provocada por el brutal modelo de acumulación con base territorial que se ha desarrollado en España. 

Como sostienen los ecólogos, lo que sucede en el territorio determina los modelos de consumo de recursos y de emisión de gases a la atmósfera de todo el ecosistema. 

La posición central de la construcción de viviendas y de infraestructuras en el modelo de crecimiento español ha generado brutales impactos tanto en los niveles de consumo de suelo como en los de consumo de recursos y energía. La imagen más clara de esta superación de todos los niveles de sostenibilidad ambiental, la ofrecen los datos de ocupación de suelo en España. 

Entre 1986 y 2006, las superfi cies artifi ciales crecieron un 60 % y, en muchos municipios y algunas regiones, la capa de cemento cubrió en esos años más territorio que todo lo construido entre el Neolítico y 1986.

La geografía de este voraz consumo de suelo es desigual.  El tsunami urbanizador no ha afectado a todo el territorio del mismo modo. Si se tiene en cuenta la importancia estructural de los fl ujos turísticos para fabricar esa peculiar «ventaja competitiva » de la que gozan las inmobiliarias y constructoras españolas, poco debe sorprender que el litoral, y más en concreto, el litoral mediterráneo sea el principal polo de consumo de suelo en España. 

El paisaje que queda después del boom es el de una franja urbana casi continua de a veces cientos de km a lo largo de la costa que se extiende tierra adentro varios miles de metros; así como una creciente tendencia al crecimiento de urbanizaciones dispersas en el interior de esos mismos espacios costeros. 

En todos los casos, las joyas de la corona inmobiliaria son aquellas localizaciones que lindan con un espacio de alto valor natural o que directamente lo invaden. En este último caso, aunque las organizaciones ecologistas hayan señalado  algunos casos emblemáticos —como el del Hotel del Algarrobico, que la Junta de Andalucía se resiste a demoler— existen multitud de urbanizaciones y desarrollos ilegales que afectan
directamente a la buena salud de los espacios naturales de mayor valor ecológico, estén protegidos o no. 

En gran medida, la irrupción de la crisis ha convertido estos desarrollos urbanísticos en fantasmagóricos espacios vacíos, abandonados por sus ocupantes «naturales», los jubilados europeos, y que ya ni siquiera
reciben la tradicional visita veraniega de sus propietarios de la ciudad. 

El problema fundamental es que la urbanización es un fenómeno irreversible y que la tendencia de los agentes inmobiliarios a la colonización de nuevos espacios con altos valores naturales como fórmula competitiva para el crecimiento de los precios de la vivienda llevará antes a construir nuevas urbanizaciones que a ocupar, primero, aquellas casas que hoy engrosan el enorme exceso de capacidad inmobiliaria que arrastra el litoral.

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